lunes, 12 de diciembre de 2011

Con amor las campanas suenan armoniosamente...


1 Corintios 13:1 Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe.

Si hay algo que suena en forma armoniosa y con fuerza dentro de nosotros es el amor.
Actúa movilizándonos desde el centro emocional, a veces con mucha pasión y otras con serena plenitud. Pero siempre desde nuestras profundidades.
Los que hemos caminado un largo trecho en el camino de la vida sabemos que en algunas ocasiones vivimos el amor con tranquilidad y, en otras, con la intensidad propia de la pasión que él alimenta… y también que se suceden tiempos de sentirnos colmados y tiempos de anhelo y ausencia. Y lo mismo ocurre en nuestra relación con Dios.
Permitámosle siempre al corazón la vulnerabilidad, el asombro, la congoja, el regocijo, el encuentro… porque eso es vivir.
Todos los seres humanos somos diferentes y, como vivimos en el espacio y en el tiempo… ¡Cada uno necesita su propio espacio y tiempo!
A veces sufrimos por no “poseer” al otro, a los otros... olvidándonos que el amor es siempre liberador. Aunque nos cueste reconocerlo, queremos aferrarlos, ligarlos fuertemente, porque los consideramos una parte imprescindible de nosotros mismos.
En otros momentos sentimos que se han roto los puentes que conectaban nuestras costas: un enojo, una palabra fuera de lugar, un inoportuno silencio, alguien que nos falla –o a quien le fallamos-…
Lo importante es vislumbrar que la vida es una escuela donde debiéramos aprender a no convertir las distancias en abismos imposibles de traspasar.
La esperanza nos lleva a la certeza de que el aislamiento, la soledad, el “desentonar” entre nosotros y la alteridad son pasajeros. La fe nos ayuda a abrir los brazos. Y el amor nos permite crecer en goce y plenitud.
1 Corintios 13:13 En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es el amor.
Procuremos, entonces, alcanzar el Amor… porque cubre todos los errores…
1 Pedro 4:8 Sobre todo, ámense profundamente los unos a los otros, porque el amor cubre todos los pecados.
Proverbios 10:12 El odio provoca altercados, pero el amor cubre todas las faltas.
El Amor incluye el respeto compasivo y la aceptación de nosotros mismos y de los demás.
Somos naturalmente seres de amor, porque fuimos creados a SU imagen y semejanza y “Dios es AMOR”. Pero la cultura, los hábitos cotidianos, la sociedad, el entorno nos llevaron a alejarnos de nuestra verdadera naturaleza, y desde pequeños aprendimos que el amor es escaso y que debemos hacer méritos para recibirlo.
No podemos amar a los demás si no nos amamos a nosotros mismos. Y nos amamos cuando nos consideramos SU obra más preciada, más bella, más buena.
Amar es tan natural como respirar, pero requiere del ejercicio de la voluntad para hacer los cambios que permitan que el amor sea en nosotros.

Bendiciones - Adriana







viernes, 12 de agosto de 2011

Valores sin fronteras

Nuevo seminario en Editorial San Pablo

Sociedad Bíblica Católica Internacional

Inscripción e Informes directamente en San Pablo


Cada uno de nosotros es un ser radiante, cada uno de nosotros posee en su interior una chispa del Señor capaz de iluminar como un sol, pero el ánimo tiene que estar equilibrado, la fe firme y la voluntad de hacer que nuestros días valgan “la alegría” (¿qué desagradable la frase aquella de valga la pena?) debe guiarnos siempre.
Esto requiere ser amplios pero atentos, para no dejarnos invadir por actitudes humanas que impiden la apertura del corazón: el miedo, la culpa y el desaliento. En la medida que trascendemos temores y falta confianza (en nosotros y en los demás) e intentamos reparar los errores que puedan ser compensados y ver como experiencias aquellos que no podemos recomponer (en lugar de lamentarnos y deprimirnos) podemos recuperar el deseo de gozar cada momento de la vida.
No tiene sentido estar en esta tierra sin “vivir la vida”, sin permitir que el alma se expanda y el corazón se abra para recibir y dar… para acercarse con amor a todo el que necesite o requiera (en forma “in-egoísta”) un poquito de calor, de contención de afecto…
Cuando somos capaces de registrar más atentamente las situaciones positivas que nos alcanzan, recordarlas con frecuencia y compartirlas, la mente se va haciendo más intuitiva, y los eventos que generan alegría y paz, ternura y amor comienzan a “perseguirnos”.
Cuando nos hundimos en profundas oscuridades, negándonos a ver la luz, solo tinieblas estarán a tono con nosotros: lo semejante se atrae.

Recordemos que el amor constituye nuestra naturaleza intrínseca, pero hace falta una práctica constante para que se revele.




martes, 24 de mayo de 2011

La fe es Amor - Ernesto Cardenal



La fe es amor.

“El que ama a Dios quiere estar solo.
Es como el deseo de soledad que sienten los novios, que quieren estar solos y que nadie interrumpa su intimidad, porque toda otra persona les es extraña.
Y por eso los que han sentido el amor de Dios se retiran al silencio y a la soledad.
El amor que uno siente por Dios es el mismo que antes ha sentido por las otras cosas.
Y el que ama sólo a Dios, lo ama con el amor con que antes amó a miles de cosas, y lo ama con la fuerza inmensa de quien no ama más que una sola cosa en todo el universo, y con un amor total y universal.
El amor es que otro habita dentro de la persona que es uno.
El amor es una presencia.
Es sentirse de otro, y sentir que otro es de uno.
El amor es sentirse dos, y sentir que dos son uno mismo.
El amor es saberse amado, sentir la presencia de otro que lo ama a uno y le sonríe.
Cuando uno mira al amado, toda el alma se vuelca en la mirada.
Cuando uno suspira toda el alma se vuelca en el suspiro”.
(Ernesto Cardenal: “Vida en el amor”. Trotta)


Nota:

Qué bueno esto de considerar a la fe como AMOR, porque el amor no es rutinario ni mediocre: siempre es único y original, como la fe, que no puede ser costumbre, sino aventura constante.
Solemos buscar seguridad en la fe, y no se trata de eso: es un riesgo… como el amor.

viernes, 22 de abril de 2011

22 de abril - DÍA DE LA TIERRA
















ECOLOGÍA: Cuidar y cultivar la creación, tarea del ser humano

El Señor solo cuenta con nuestras manos para cambiar el mundo. En la medida que cada uno produce un cambio, una transformación encaminada hacia el amor, la esperanza, la fe, la oblación, está transformando al mundo.
Si somos capaces de reprogramarnos, de mirar la vida con confianza y coraje, de obrar con y por amor, ese cambio operado en nosotros se transmitirá a los demás influyendo positivamente en el entorno, en los cercanos, en los que se contactan con nosotros; y así ellos podrán transmitir el cambio también.
Nuestra querida Tierra no es inerte, esta viva y responde a la acción y energía del ser humano con su propia energía.
El hombre es cambiante y, para vivir tranquilo tiene que confluir con todos los elementos de la creación evitando que siga el curso de destrucción y autodestrucción (cambios climáticos, agujero de ozono, aumento de la temperatura global, etc.) que se está manifestando con fuerza en los últimos tiempos.
Nuestro planeta es nuestra casa. No tiramos residuos en el living, no arrojamos desechos en la bañera, no hacemos fuego en el dormitorio… pero descuidamos los espacios públicos, contaminamos las aguas, la atmósfera, el suelo…
No podemos, tal vez, cambiar la realidad total, pero en la medida en que nos responsabilicemos por nosotros mismos y hagamos nuestra parte, nos estaremos sumando a muchas personas que actúan y trabajan por su transformación, y por conservar la naturaleza y “nuestra casa”.
El hombre vive en comunidad.
Todos formamos parte del gran consorcio planetario, somos un nudito en la trama de la vida, partes de un Todo cuya esencia es el Amor.
Comencemos, entonces, a trabajar por nosotros y los otros.
En Mateo 9:35 leemos:
Jesús recorría todas las ciudades y pueblos; enseñaba en sus sinagogas, proclamaba la buena nueva del Reino y curaba todas las dolencias y enfermedades.
ÉL enseña, sana y encomienda este trabajo a los 12 discípulos en el capítulo siguiente… nosotros, discípulos del Siglo XXI tenemos la misma responsabilidad: enseñar –a cuidar, a respetar, a reparar, a amar…- y sanar – a este planeta-casa enfermo y deteriorado por el descuido y el materialismo, a tantas almas desorientadas que solicitan ayuda o consejo, a tantos enfermos de soledad e inestabilidad, de inseguridad y falta de confianza-.
El hombre, la tierra, toda la creación, necesitan un programa de ecología del alma, del corazón.
Comencemos por reparar lo deteriorado en nosotros, cuidémonos y cuidemos el entorno humano y natural en general.
Recordemos las palabras del Maestro en el Evangelio de Marcos 7: 14–16: Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: “Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. ¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!”.
Cortemos con la hipocresía, cuidemos lo que sale de nuestra boca, no contaminemos con palabras fuera de lugar, calumnias, juicios, insultos, el oído y el corazón de los que reciben ese maltrato de nuestra parte, y eliminemos la contaminación de nuestro entorno natural, limpiando y reparando el medioambiente como lo hacemos con nuestro propio cuerpo o nuestra propia casa.
San Felipe Neri (1515-1595), sacerdote que había recibido de Dios el don de la alegría y la amabilidad, por lo que es conocido como “el más alegre de los santos”, recibió un día en confesión a una mujer arrepentida por haber hablado mal de algunas personas. El Padre Felipe la absolvió, pero le puso una penitencia extraña: ir a su casa, sacrificar a una gallina y volver desplumándola poco a poco a lo largo del camino. Cuando estuvo de nuevo ante él, le dijo: “Ahora vuelve a casa y recoge una por una las plumas que has dejado caer cuando venías hacia aquí”. “¡Imposible! – dijo la mujer – el viento las ha dispersado en todas direcciones”. “Ya ves – dijo Felipe – como es imposible recoger las plumas una vez que se las ha llevado el viento; igualmente es imposible retirar las murmuraciones y calumnias una vez que han salido de la boca”.
Practiquemos una ecología práctica, concreta, cuidando el ambiente en el que transcurre nuestra vida; y una ecología del alma, sutil, profunda, limpiando todo aquello que nos reduce, que no nos permite crecer, des-contaminando nuestra psique, liberando al corazón de ataduras inútiles como la ira, la envidia, la difamación, el orgullo…
Un Midrash (estudio exhaustivo e interpretativo del Antiguo Testamento por sabios judíos) dice:
“Cuando Dios creó el primer hombre lo llevó de la mano y le mostró todos los árboles del Jardín del Edén y le dijo: ¡Mira mis obras, cuán hermosas son! Ten cuidado de no corromper y destruir mi universo, pues si lo destruyes nadie lo reparará después de ti.”
Desde el Islam se cuenta que cierto día, el Profeta Mahoma estaba viajando junto a un río cuando llegó la hora de las oraciones. Sus seguidores se arrojaron al río para ejecutar sus abluciones rituales, pero el Profeta sólo llenó de agua un pequeño cuenco para lavarse. Le preguntaron por qué, rodeados de un río caudaloso, él usaba tan poca agua. El Profeta respondió que simplemente porque el agua era abundante ello no significaba que tenemos el derecho de derrocharla.

La Revelación bíblica nos ha enseñado que la naturaleza es un don del Creador que puso en ella su orden intrínseco para que el hombre pueda descubrir, en ese orden, las orientaciones necesarias para "cultivarla y guardarla".
Génesis 2:15 Tomó, pues, el Señor Dios al hombre y le dejó en al jardín de Edén, para que lo labrase y cuidase.

Desde el lugar en el que estés, no importa la tradición que te contenga o el camino que hayas elegido, colabora contigo mismo, con tus seres queridos, con tu entorno, con la naturaleza y con esta Tierra que nos alberga a todos.


Adriana





jueves, 17 de marzo de 2011

PURIM: una celebración alegre

Purim
La fiesta de Ester

El nombre Purim surge de la palabra babilónica “pur” que significa suertes tal como consta en el Libro de Ester capítulo 3, versículo 7 y capítulo 9, versículo 24.
Esta fiesta, una de las más alegres, se celebra de acuerdo al calendario hebreo el día 14 del mes de Adar.
Dicen nuestros maestros respecto del mes de Adar “…desde el comienzo del mes de Adar se incrementa la alegría” (Talmud Babilónico Tratado Ta’anit 29a).
Durante la ceremonia religiosa que se realiza en la sinagoga se lee en voz alta, con una melodía especial, el Libro o Meguilat Ester. El texto habla de la belleza de Ester y relata todos sus actos, celebrando (sobre todo) la solidaridad con su gente y su devota oración con la que obtiene la salvación del pueblo.
En el Libro de Ester se relatan los acontecimientos vividos durante el reinado del rey Ajashverosh (Asuero), con su ministro Haman.
Cada vez que, durante la lectura del Libro, es mencionado el nombre de Haman los presentes hacen ruidos con diversos elementos (se suelen utilizar matracas) y el objetivo de dichos ruidos es evitar escuchar el nombre del enemigo del pueblo judío, aquel que quiso su exterminación.
Era un tiempo oscuro en el que Dios “aparentaba” estar ausente: y no aparece mencionado ni una sola vez en todo el Libro de Ester, pero el mensaje subliminal es que ÉL opera siempre y en todo lugar, incluso cuando está oculto, para asegurar la supervivencia y la redención del pueblo.
Ester es nombre persa y significa Estrella. El nombre hebreo de Ester es Hadasa.
La palabra Ester es gramaticalmente similar a la palabra ocultar.
En la fiesta de Purim se agradece a Dios por el milagro que ÉL ha realizado, dado que impidió la aniquilación de los judíos de aquel lugar.
En el Libro de Ester capítulo 3, versículo 13, leemos: Asuero le dio a Haman su anillo, símbolo del apoyo real, con el que selló las cartas en que se ordenaba hacer desaparecer, matar, exterminar en un mismo día… a todos los judíos, tanto jóvenes como viejos. Además se les expropiarían todos sus bienes.
En Purim se puede beber vino en abundancia, aunque lo importante es alegrarse y no emborracharse, como dice el Salmo 104, versículo 15: “vino que da alegría al corazón”.
Los disfraces ocultan al ser interior y verdadero, que así no se muestra, pero que espera, simbólicamente, que se revele lo real que está escondido.
Esta alegoría es central en Purim.
Los sabios dicen que el vino bebido ese día “revela secretos ocultos”, aquellos que esconde el alma (Tratado Eiruvin 65a; Sanhedrin 38a. del Talmud Babilónico).
Se comen masitas dulces llamadas “homentashn”, con forma triangular para recordar el sombrero de tres puntas que usaba Haman.
Se envían regalos a los pobres y carenciados: “Matanot Laevionim” (esto debiera ser una norma como la Tzedaká –justicia, caridad-, con el objeto de colaborar para que los más necesitados también puedan vivir la celebración).
También se hacen obsequios entre allegados: “Mishloaj Manot”. Esta mitzvá permite mejorar las relaciones con los amigos y conocidos: acercarse, compartir y dialogar.
La Meguilá nos dice: "Mordejai consignó por escrito todas estas cosas y envió cartas a los judíos de todas las provincias del rey Ajashverosh, tanto lejanos como próximos, ordenándoles que celebraran todos los años el día 14 y el día 15 del mes de Adar, porque en tales días los judíos obtuvieron paz contra sus enemigos, y en este mes la aflicción se trocó en alegría y el llanto en festividad; que los convirtieran en días de alegres festines y mutuos regalos y de donaciones a los necesitados" (
Libro de Ester, 9:20-22). "Así estos días de Purim, conmemorados y celebrados de generación en generación en todas las familias, en todas las provincias y en todas las ciudades, no desaparecerán de entre los Judíos, y su recuerdo no se perderá entre sus descendientes." (Libro de Ester 9:28)

miércoles, 26 de enero de 2011

El amor en las tradiciones





EL AMOR EN LAS TRADICIONES







Todas las tradiciones se sustentan en el Amor de Dios a sus criaturas, y en la necesidad del ser humano de corresponder a tan magnánimo y misterioso regalo, siguiendo Su Palabra.
Este Amor, originado en la Voluntad del Altísimo, puede ser percibido por aquellos que escuchan a su propio corazón.
Trasciende lo humano y revela la presencia de Dios y, si bien alcanza su plenitud en la relación del alma de la criatura con el Creador, también se consagra en las relaciones entre seres humanos, convirtiéndose en un acto Divino, que nutre el alma de la persona con la que nos relacionamos tanto como la nuestra.
El verdadero amor está siempre imbuido de Divinidad porque refiere a un alma interactuando con otra.
“Ama a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy Dios” (Levítico 19,18) enseña el Señor el Antiguo Testamento.
"Y éste es mi mandamiento, que se amen los unos a los otros, como yo los he amado" (Juan 15,12) dice Jesús en el Nuevo Testamento
Allah dará amor a quienes tengan fe y realicen actos conforme a ella: “…gente a la cual Él amará y de la cual será amado” se revela en el Corán (Sura 5: 54)
El poeta Libanés Jalil (Khalil) Gibrán escribió en su famoso libro “El Profeta”: cuando alguien ama no debe decir: “Dios está en mi corazón”, sino “yo estoy en el Corazón de Dios”.



Dios misericordioso
con humildad y gozo me acerco a ti,
para alabarte,
para glorificarte,
y para agradecerte
el milagro de estar vivo,
y la posibilidad de pensar, soñar
y amar.
Amén